En la sociedad actual, estamos muy acostumbrados a ver como los padres de un menor, discuten por la custodia o el régimen de visitas en el juzgado. Sin embargo, no estamos habituados a ver como los abuelos luchan por poder ver a sus nietos.
Este hecho puede ser debido a que se desconoce los derechos de los abuelos a disfrutar de sus nietos. Si los progenitores tienen algún tipo de disputa con los abuelos, los primeros tienden a pensar que sin ellos los que deciden con quien se relaciona su hijo y con quién no. A realidad se encuentra muy lejos de ese pensamiento.
Los abuelos y por consiguiente, los menores tienen el derecho de disfrutar de la compañía de ambos. Por este motivo, ante la negativa de los progenitores a que sus hijos tengan contacto con sus abuelos, sus abuelos luchan por poder ver a sus nietos, es decir, se ven abocados a iniciar un procedimiento judicial.
El inicio de este procedimiento es la última vía que suelen utilizar los abuelos, en ocasiones, tras ver como los progenitores, verbalizan frases negativas de ellos a sus hijos. Estos comentarios tienen como último fin, que los hijos tengan un concepto irreal sobre sus abuelos.
Esta situación afecta de manera directa a la estabilidad psíquica de los abuelos, llevando consigo un sufrimiento continuo al no poder interceder respecto a esos comentarios negativos. Del mismo modo, los menores también se ven afectados, pues las frases que les refieren sus padres en estos casos, suelen ser devastadoras como por ejemplo: “tus abuelos no te quieren”.
Desde el punto de vista psicológico, lejos de proteger al menor lo que ocasiona es un malestar en el menor llegando a pensar: “por qué no me quieren?, ¿Tendré la culpa?, ¿Hay algo en mí que no les gusta?. Estas preguntas tienen como consecuencia el desarrollo de una baja autoestima, así como sentimientos de resentimiento hacia sus abuelos.
No nos damos cuenta que, cada frase o cada comportamiento que tengamos como adultos, influye directamente sobre nuestros hijos, no solo a nivel emocional, sino comportamental, aprendiendo un patrón de comportamiento disfuncional.
Todo esto de manera inexorable, tendrá consecuencias sobre la adaptación de los menores a su entorno social, educativo y psicológico. Por este motivo, si se primase el bienestar de los menores, ninguna de las partes debería hacer comentarios despreciativos sobre los otros.
En este sentido, instrumentalizar a los menores como objeto para hacer daño, no es sino, una señal de ingratitud hacia los propios niños, no teniendo que acarrear los mismos con las desavenencias familiares.
Si te encuentras en uno de estos casos y no sabes qué hacer, consúltanos. Desde Psicología Velázquez podemos ayudarte.
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