Desde pequeños, tenemos la creencia de que el móvil es sinónimo de independencia y libertad. La realidad es que lo que creemos independencia se convierte en dependencia.
El uso del teléfono móvil se convierte en adicción cuando pasa a ser una conducta repetitiva y que nos genera satisfacción, es un impulso que no se puede controlar y necesitamos usarlo constantemente, en cualquier momento del día y a cualquier hora.
Se convierte en dependencia cuando la conducta es irreprimible, incontrolable y exagerada y que por estar haciendo uso del móvil, dejamos apartadas otras actividades que solíamos hacer como es leer o simplemente tener una conversación con un amigo en un bar.
Si nos fijásemos por un momento, en las mesas de un restaurante, comprobaremos que todos ellos en algún momento de la comida cogen el móvil y por consiguiente, dejan de prestar atención y rompen la dinámica de la comunicación.
Las personas que tienen dependencia del móvil que dejan de usarlo, tienen como consecuencia el síndrome de abstinencia psicológica y física, padeciendo angustia, ansiedad, nerviosismo e irritabilidad. Toda esta sintomatología se desvanece cundo vuelven a tener contacto con el móvil.
Como toda adicción, tiene unos efectos que son graduales dependiendo de la persona, pero entre otros se encuentra, aislamiento social y soledad creyendo que el mejor modo de comunicación es el móvil, comportamiento compulsivo, alteraciones de estado de ánimo, falta de habilidades de comunicación y lenguaje, pues se tiende a valorar la rapidez al escribir, creciente sensibilidad a las críticas ajenas, fracaso escolar, etc.
Por este motivo, es de suma importancia controlar el uso de los teléfonos a los menores, pues son más susceptibles de generar adicción.
El mundo de las tecnologías puede ser beneficioso, pero también puede generar problemas como los que hemos desarrollado. Sin un control exhaustivo del móvil, vivimos mejor aunque no lo creamos.
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